Pues yo no voy a registrar mi celular hasta que la justicia mexicana dé muestras de honestidad y transparencia, esto por las implicaciones que bien señala Enrique Abasolo, columnista del periódico Vanguardia, y que reproduzco para que cada quien, con su propio criterio, participe o no en esta iniciativa gubernamental de "seguridad" que tiene límite hasta el 10 de abril; pero de 2011, pues pretenden prórroga.
No conozco yo una sola persona que haya realizado el más patético de los esfuerzos por darse de alta en el Registro Nacional de Usuarios Telefónicos.
Los más enterados acaso tienen una noción muy vaga de lo que dicha disposición implica y, aun bajo la amenaza oficial de que el incumplimiento derivará en la desactivación de la línea, nadie que yo sepa quiere poner sus datos personales (identidad y número telefónico) vinculados, a disposición de la tenebrosa Secretaría de Gobernación.
Y vamos que, hasta donde yo distingo, mis conocidos son todos gente de bien, como lo es usted también, amable lector.
¿De dónde saca entonces nuestro guajiro Gobierno la idea de que un delincuente se va a tomar la molestia de anotarse en el mentado Renaut?
¿De dónde se piensa que alguien es tan estúpido como para registrar su número de celular con su nombre y apellidos para luego delinquir con él?
¿No le parece surrealista de tan absurdo?
Hace un año cuando se dio a conocer esta disposición con carácter de obligatorio, todos con quienes comenté el asunto me compartieron la misma opinión:
“¡Genial, ahora los malandros no van a usar su propio celular, sino que nos van a robar el nuestro, ya registrado, para cometer sus crímenes y fechorías!”. ¿Quién puede culpar al que se resiste a poner en un objeto tan volátil como un teléfono celular las llaves de su identidad?
La experiencia nos ha enseñado además a ser recelosos. ¿Se acuerda del Renave? ¿Cómo confiar ahora en un engendro que por las puras letras de su acrónimo nos evoca uno de los mayores bochornos administrativos de fin de siglo? Pero con todo y que al Registro Nacional de Usuarios Telefónicos no se le alcanza a apreciar la lógica por ninguna maldita parte, aún así, se estima que la mitad de los usuarios se habrán registrados para la fecha en que vence el plazo para este trámite (10 de abril).
En otras palabras, la mitad de los usuarios de telefonía celular en México se la está jugando con un claro reto al Gobierno para que efectivamente desactive el cincuenta por ciento de las unidades de comunicación móvil en el País. Aquí es donde la población se divide: La mitad, con más buena voluntad que sentido crítico, ha decidido jugar el rol de lo que entiende por “buen ciudadano” y ha acatado puntualmente la disposición (también entran aquí los que se registraron movidos por el miedo a que de verdad les desactiven el celular).
Y en la esquina contraria, el resto de nosotros: los que desconfiamos, los que no le encontramos sentido ni cuadratura, ni entendemos cómo rayos desalienta al delito el proporcionar nuestra información a una oscura base de datos (se incluyen los indolentes y los olvidadizos). Yo no sólo reconozco estar en esta recelosa categoría: me ufano además de ello.
Lo siento, pero en mi vida siempre ha regido el mismo principio: para acatar una orden, debo entender primero cuáles son los beneficios, y si no me convencen me vuelvo en automático disidente. Y éste sin duda ha sido el caso. La explicación de que un registro telefónico va a resolvernos algo en relación al problema de la inseguridad no sólo es pobre sino totalmente ausente de coherencia. Y, aunque considero a nuestros gobiernos torpes, también los considero suficientemente perversos como para guardar vedadas intenciones en un programa como el Renaut.
Los más enterados acaso tienen una noción muy vaga de lo que dicha disposición implica y, aun bajo la amenaza oficial de que el incumplimiento derivará en la desactivación de la línea, nadie que yo sepa quiere poner sus datos personales (identidad y número telefónico) vinculados, a disposición de la tenebrosa Secretaría de Gobernación.
Y vamos que, hasta donde yo distingo, mis conocidos son todos gente de bien, como lo es usted también, amable lector.
¿De dónde saca entonces nuestro guajiro Gobierno la idea de que un delincuente se va a tomar la molestia de anotarse en el mentado Renaut?
¿De dónde se piensa que alguien es tan estúpido como para registrar su número de celular con su nombre y apellidos para luego delinquir con él?
¿No le parece surrealista de tan absurdo?
Hace un año cuando se dio a conocer esta disposición con carácter de obligatorio, todos con quienes comenté el asunto me compartieron la misma opinión:
“¡Genial, ahora los malandros no van a usar su propio celular, sino que nos van a robar el nuestro, ya registrado, para cometer sus crímenes y fechorías!”. ¿Quién puede culpar al que se resiste a poner en un objeto tan volátil como un teléfono celular las llaves de su identidad?
La experiencia nos ha enseñado además a ser recelosos. ¿Se acuerda del Renave? ¿Cómo confiar ahora en un engendro que por las puras letras de su acrónimo nos evoca uno de los mayores bochornos administrativos de fin de siglo? Pero con todo y que al Registro Nacional de Usuarios Telefónicos no se le alcanza a apreciar la lógica por ninguna maldita parte, aún así, se estima que la mitad de los usuarios se habrán registrados para la fecha en que vence el plazo para este trámite (10 de abril).
En otras palabras, la mitad de los usuarios de telefonía celular en México se la está jugando con un claro reto al Gobierno para que efectivamente desactive el cincuenta por ciento de las unidades de comunicación móvil en el País. Aquí es donde la población se divide: La mitad, con más buena voluntad que sentido crítico, ha decidido jugar el rol de lo que entiende por “buen ciudadano” y ha acatado puntualmente la disposición (también entran aquí los que se registraron movidos por el miedo a que de verdad les desactiven el celular).
Y en la esquina contraria, el resto de nosotros: los que desconfiamos, los que no le encontramos sentido ni cuadratura, ni entendemos cómo rayos desalienta al delito el proporcionar nuestra información a una oscura base de datos (se incluyen los indolentes y los olvidadizos). Yo no sólo reconozco estar en esta recelosa categoría: me ufano además de ello.
Lo siento, pero en mi vida siempre ha regido el mismo principio: para acatar una orden, debo entender primero cuáles son los beneficios, y si no me convencen me vuelvo en automático disidente. Y éste sin duda ha sido el caso. La explicación de que un registro telefónico va a resolvernos algo en relación al problema de la inseguridad no sólo es pobre sino totalmente ausente de coherencia. Y, aunque considero a nuestros gobiernos torpes, también los considero suficientemente perversos como para guardar vedadas intenciones en un programa como el Renaut.
Y si el tal registro telefónico nacional ese no responde ni por accidente al propósito con que se nos dice fue creado (porque no están claras cuáles son las ventajas para nuestra sociedad), nadie puede reprocharnos por desconfiar y hasta sospechar que algo turbio encierra todo el asunto.
Válgame doblemente lo dicho por estar en un país en el que el tráfico de información es tan frecuente como escasamente es castigado.
Yo, de cualquier manera, quiero ver si de verdad el Gobierno Federal se da un balazo en el propio pie -y de paso se lo da a la maltrecha economía mexicana- desactivando la mitad de las comunicaciones portátiles del País.
¡Órale! ¡Quiero verlo! Y si lo hace, total, que me compro otro número y tan contento. La verdad es que valdría le pena pagar el precio sólo por atestiguar si hasta ese grado llega la necedad y la miopía del Gobierno de la República.
Pero… si aún usted insiste en darse de alta en el Renaut le sugiero que lo intente bajo alguna identidad alternativa. Considere enviar para su registro, como mensaje de texto al 2877 (CURP), alguna de las siguientes:
Válgame doblemente lo dicho por estar en un país en el que el tráfico de información es tan frecuente como escasamente es castigado.
Yo, de cualquier manera, quiero ver si de verdad el Gobierno Federal se da un balazo en el propio pie -y de paso se lo da a la maltrecha economía mexicana- desactivando la mitad de las comunicaciones portátiles del País.
¡Órale! ¡Quiero verlo! Y si lo hace, total, que me compro otro número y tan contento. La verdad es que valdría le pena pagar el precio sólo por atestiguar si hasta ese grado llega la necedad y la miopía del Gobierno de la República.
Pero… si aún usted insiste en darse de alta en el Renaut le sugiero que lo intente bajo alguna identidad alternativa. Considere enviar para su registro, como mensaje de texto al 2877 (CURP), alguna de las siguientes:
ALTA.PEDRO.INFANTE.CRUZ.18111917.H.SL
ALTA.ELVIS AARON. PRESLEY.08011935.H.NE (NE por Nacido en el Extranjero).
ALTA.FELIPEDEJESÚS.CALDERON.HINOJOSA.18081962.H.MN
Por que nada le obliga a usted a proporcionar información auténtica si la propia autoridad no se conduce ante los ciudadanos con la verdad.
petatiux@hotmail.com
Imagen: Itinerancia
No hay comentarios:
Publicar un comentario