Se reproduce a continuación el artículo de Fernando Buen Abad Domínguez que a principios de 2009 les asestó a tres de los intelectuales latinoamericanos más reaccionarios contra el socialismo y la democracia radical: Jorge Castañeda, Mario Vargas Llosa y Enrique Krauze. El texto fue obtenido de Rebelión
Vargas Llosa, Castañeda, Krauze y compañía... mediocridad de “exquisitos”
La burguesía intelectual, cuando se asusta, se vuelve nazi-fascista. Una vez más, ellos anuncian su desesperación organizando ofensivas nazi-fascistas culteranas. Se dicen “demócratas” y agitan sus banderas conspirativas para fundamentar, con eufemismos a granel, los golpes de estado que sus jefes les encargan. Los apoya la oligarquía mediática, la santa iglesia, los usureros bancarios, los industriales depredadores y no pocos terratenientes traficantes de armas. La ilustración neoliberal quiere dar cátedra de canalladas golpistas.
Presentan libros, dictan conferencias, asesoran a delincuentes, cobran dividendos y se aplauden entre ellos. Son la mano armada, con sofismas y demagogia, encargada de maquillar las monstruosidades del capitalismo. Cobran con su mano “fina” las canonjías cultas y las propinas de vanidad mediática que su patrón les maicea. Y después... se premian entre sí, se citan mutuamente en sus tratados y se erigen monumentos de jactancias sin pudor. Vividores culteranos incubados en la ignorancia de los jefes que pagan para esconder su idiotez. (La de todos ellos).
¿Tiene sentido seguir denunciándolos? ¿Hay alguien que no sepa el calibre obsceno de los lebreles intelectuales cultivados para la lisonja docta? ¿Hay alguien que se trague sus cuentos? Si. Ellos mismos y sus congéneres. Y por eso los denunciamos. No por intelectuales, no por ser de derecha, no por reaccionarios, no por sus limitaciones ideológicas. No sólo, por eso, pues. Si especialmente por su mansedumbre mercantil ante los criminales que saquean, explotan y asesinan a los trabajadores que de verdad trabajan y producen la riqueza. Si por su complicidad sabihonda y cínica, su coautoría demagógica con represores, golpistas y saqueadores. Si los denunciamos por su impudicia y sus petulancias letradas, puestas al servicio de poderes que financian ideólogos para hundir a los pueblos en la ignorancia, la hambruna y la tristeza. Los denunciamos por serviles, por asociación criminal y por desvergüenza... entre otras monerías burguesas. Los denunciamos, se reúnan donde se reúnan.
La batalla de las ideas, la guerra simbólica y la lucha contra la alineación
Al otro lado de ese reino de estulticia “culta”, en oposición y en combate histórico, la clase trabajadora sabe, bien que sabe, de qué serán capaces los lacayos con grados -y posgrados- fanfarrones y lambiscones en simultáneo. Sabe esa clase que sabe mucho, que se debe estar atento, en guardia teórica y metodológica, atentos a la cantidad y a la calidad de las agresiones burguesas, con un ojo al gato y otro al garabato. Sabe que esto es una guerra, incluso de “cuarta generación”, en la que no hay punto de reposo ni en la lucha emancipadora de la conciencia ni en la tarea de construir lenguajes y herramientas filosóficas nuevas. Es decir socialistas. No hay descanso ni en la sintaxis ni en la síntesis, ni en la escuela ni en la cama, ni en la panza ni en el espíritu.
Ese saber de la clase trabajadora ya deja sentir sus resultado más fortalecedores, por ejemplo: ya se sabe que, por cultos que se presuman los lacayos intelectuales del dinero, su payasada conceptual tiene por finalidad aplicar golpizas intelectuales (y no sólo) a quien se atreva a razonar la explotación y oponerse a ella. Ya se sabe que la servidumbre de los académicos -que se bajan los pantalones frente al jefe- tiene por meta sacrosanta la supresión de la libertad intelectual para los pueblos y la eternización del capitalismo trasvertido de “humanista”, de “culto”, de “científico”, de “culto”. Ya se sabe que en su infinita lambisconería los intelectuales burgueses harán hasta lo imposible por ganarse palmaditas del patrón en sus cabezas “geniales”. Son mercenarios que ofertan charlatanería útil para secuestrar conceptos como “democracia”, “libertad”, “justicia”... cómo les encantan estos términos... cómo gozan tergiversándolos, cómo se esmeran en arrebatárselos a la historia, a la lucha de clases y a los triunfos de los pueblos para ofrecerlos, en la bandeja de plata de su estupidez, a sus amos.
Hoy está clara la nausea generalizada que provocan los discursos y las alianzas delincuenciales de los sabihondos mercantilizados. Su distancia galáctica de las bases sociales, su patanería academicista, su verborrea snob y su “buen vivir” parasitario, son sellos de clase indelebles en una lucha revolucionaria hacia el socialismo que ya identifica con claridad la clase de metralla que soltarán en cada sitio donde se encuentran.
Es fácil rastrear los orígenes y peripecias que cada uno de estos señoritos y señorones de la servidumbre intelectual ha debido cumplir para hacerse “notables” entre la inmundicia burguesa. Unos herederos directos, otros trepadores burócratas, algunos mezcla de todo... ninguno luchador social entre las bases, ninguno trabajador de la cultura en combate por la emancipación de la conciencia, de la panza, del estado del ánimo... ninguno crítico verdadero de la monstruosidad capitalista y neoliberal, ninguno, en fin, vinculado con las luchas justas de los pueblos. Todo lo contrario. De cada uno en la lista de los intelectuales serviles es posible cuantificar repertorios nutridos de canalladas, traiciones, componendas y negociados para calumniar, perseguir, reprimir y criminalizar toda lucha social, toda fuerza liberadora, todo proyecto de sociedad sin amos y sin esclavos.
Hay que ver el calibre inmundo de las estupideces que “teorizan”. El jefe de Krauze, Octavio Paz, santon de todos los payasos inetelectuales neoliberales, sólo como ejemplo, rezaba a los cuatro vientos, sin pudor alguno, arrodillado ante su dios Salinas de Gortari, artífice también del TLC: “El mercado libre es el sistema mejor -tal vez el único- para asegurar el desarrollo económico de las sociedades y el bienestar de las mayorías. Así como las libertades políticas, en regímenes democráticos, implican el respeto a los derechos de las minorías y de los individuos, el libre juego de las fuerzas económicas –liberado de la voluntad arbitraria del Estado tanto como de los monopolios privados- debe estar regido por la ley y por la sociedad misma, es decir, por los productores, los intermediarios y los consumidores. El mercado no puede ser un simple y ciego mecanismo sino que es el resultado de un acuerdo colectivo... ”[1] Palabras de Octavio Paz pronunciadas en: “El siglo XX: La experiencia de la libertad”.[2]
Hoy, semejante idiotez probó, además de su condición de ideología rastrera, cuál sería el rumbo, el desempeño y las tareas de todos los discípulos y los discipulitos que hoy andan, por todo el mundo, exhibiendo sus mansedumbres y sus canalladas al servicio de golpes de estado nuevos... en todos los sentidos. Aquí estaremos para denunciarlos e impedírselos, al lado de los pueblos dignos, como en Venezuela, como en Cuba, como en Bolivia, como en Ecuador... como en cualquier lugar donde florece el socialismo desde abajo.
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[1] Paráfrasis homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez
[2] Octavio Paz: www.letraslibres.com/pdf.php?id=3009 y http://arbol-adentro.blogspot.com/2009/04/el-siglo-xx-la-experiencia-de-la.html
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